jueves, 19 de mayo de 2011

África llega


Fue un paseo muy extraño en un país muy extraño para mí. Cuando nos aproximamos en aquella húmeda noche de primavera a la estancia principal del hospital, poco podía sospechar que, lo que iba a ver, me conmocionaría de tal modo. Pero allí estaba, la debilidad del género humano desplegada en toda su crudeza. 
Sabía que ir a África podía suponer ver cosas que mi humilde ser no estaba preparado para asimilar y, además, allí no se puede cambiar de canal. No se puede apartar la vista de los niños negros de vientres hinchados y miradas perdidas. La visita nocturna al hospital rural de Kapiri se me hizo eterna. Como si hubiera estado horas siendo testigo del sufrimiento de los más débiles y enfermos. Y creo que apenas fueron unos minutos. Sospecho que no descubro nada si digo que un viaje a África no deja indiferente. A veces, Dios nos pone en donde menos nos esperamos. ¿Quién me iba a decir a mí que iba a visitar África? Desde luego, el continente nunca estuvo entre mis destinos planeados y, de repente, se convierte en el primero en mi lista. 
¡Cómo son las hermanas Carmelitas Misioneras! No se me borra de la memoria la  terrible descripción de la hermana Inmaculada de aquellos años en los que se acercaban los primeros enfermos de SIDA a la misión. Le temblaba la voz mientras me contaba que no sabían qué padecía esa gente. No podían tratarles con nada efectivo y, aún así, les salvaban la vida. Inmaculada recuerda cómo a principios de los ochenta, una mujer con el cuerpo envuelto en herpes y embarazada les suplicó ayuda. La mujer solo buscaba morir. Con los ojos vidriosos, la hermana Inmaculada recuerda que consiguieron estabilizarla. La salvaron con esos escasos medios. En un dignísimo hospital pero en el que, al fin y al cabo, nosotros, los primermundistas no entraríamos ni a ponernos una tirita. ¿Por qué entonces para un africano tiene que ser suficiente? La cuestión es que así son allí todos los días protagonizados por unas valientes mujeres que arañan a la muerte las vidas de quienes el mundo entero ha olvidado.


África siempre sorprende, inunda, es inabarcable, indescriptible, pura y hermosa. ¡Y cómo es su gente!, ¡y cómo son sus niños! ellos sí que son puros. Inocencia pura. No dejo de pensar en ellos y en el día en que me rodeaban en el orfanato de las Misioneras de María Mediadora en Chezi...¡qué chiquillería! Las hermanas les llamaban por nombres tan españoles como Mariano. Corrían a nuestro alrededor, sonreían, nos hablaban en chichewa y nos tocaban. Y volvían a sonreir, todo el tiempo.  ¡Cuánto nos asombró que un niño, tan negro como un bombón, se llamara Mariano!  Las hermanas María Victoria y Perfilia, dos extremeñas todoterreno que cuidan de los niños más que como si fueran propios, les ponen nombres españoles. Ellas, junto a otras tres hermanas indias, luchan por sacar adelante a más de 120 niños internos y otros centenares que disfrutan del programa externo. Y entonces, en medio de aquella novedad, alegría y bullicio infantil, nos cuentan que necesitan comida. Otro nudo en la garganta. Otra de esas noticias que no se quieren oír: niños que necesitan comida. ¿Hacer zapping?, no. De nuevo, no era una opción.

¡Impresiona y conmueve el trabajo de estas religiosas en África! A veces, creo que decimos muy a la ligera que "lo han dejado todo". Pienso mucho en lo que significa ese "todo" y no puedo abarcarlo. Ese todo, empieza por algo tan sencillo como el agua del grifo o darle al interruptor y que se haga la luz. ¡Ay de nosotros si nos tocara vivir un día sin agua corriente!

África es tan hermosa, tiene tanta vida y tanto futuro. Me gustaría expresar con las palabras certeras lo que es pero creo que no me salen, ¿alguna vez te ha brotado la sonrisa de forma espontánea al recordar algo? Ésa es la huella de África en el corazón.

África llega y es así. Y cuando uno llega de África no sabe muy bien qué hacer. Entonces llego a Madrid y pienso en los días previos a irme, cuando no quería irme, en realidad. Y pienso en qué hacer. "Te dedicas a comunicar, Angelines, te pasas el día haciéndolo" me dije. Entonces contarlo es el principio. Y la mitad de esta historia llega el próximo 23 de mayo en la Sala Galileo, en Madrid. Un grupo de músicos locos se ofrecen gratis a cantar para Mariano y sus amigos. A ver si conseguimos que tengan comida suficiente para hacer 3 comidas al día, como mi sobrina o tus hijos. ¿Qué te parece? A mí me apetece que esos niños sigan sonriendo y ¡ojalá el día 24 de mayo os podamos contar que estos niños van a tener para comer durante mucho tiempo!

Angelines Conde (extracto publicado en el Suplemento Alfa y Omega de ABC del 19.05.2011)

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